co-co-co…cómo me lo paso leyendo

co-co-co…cómo me lo paso leyendo
Soy Zalfi

lunes, 1 de febrero de 2016

CUENTOS PARA VALORES

¡ Buenos días comunidad zalfonera !

Me alegro de estar de nuevo con vosotros, ya hacía mucho tiempo; esperemos que a partir de ahora sea menos.

Hoy estoy aquí para enseñaros unos cuentos muy cortitos pero que les pueden gustar mucho a vuestros hijos, ya que además de bonitos nos enseñan valores y lecciones.

La verdad que los he encontrado por casualidad; hay una web, o más bien blog, realizado por dos profesores llamado Orientación Andújar, en el cuál hay muchas cosas pedagógicas muy interesantes ( cuentos, fichas de comprensión, actividades...) . La verdad que os lo recomiendo.

Pues bien, entro de esta página he visto unos cuentos de Eloy Moreno, escritor y autor de libros como " El bolígrafo de gel verde ", " Lo que encontré bajo el sofá ", y algún que otro libro que es una recopilación de cuentos.

Pues bien, en dicha página se encontraban varios de ellos para poder descargarlos, y es por lo que estoy aquí, para hacerlos llegar a vuestras manos, y de esta forma que a la vez conozcáis esa página tan maravillosa como es Orientación Andújar.

Aquí os pongo unos cuantos de estos relatos; y recordad, la lectura ayuda a la imaginación, a la comprensión, a la expresión.


El niño que pudo hacerlo

Dos niños llevaban toda la mañana patinando sobre un lago helado cuando, de pronto,
el hielo se rompió y uno de ellos cayó al agua. La corriente interna lo desplazó unos
metros por debajo de la parte helada, por lo que para salvarlo la única opción que
había era romper la capa que lo cubría.
Su amigo comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero al ver que nadie acudía buscó
rápidamente una piedra y comenzó a golpear el hielo con todas sus fuerzas.
Golpeó, golpeó y golpeó hasta que con-siguió abrir una grieta por la que metió el

brazo para agarrar a su compañero y salvarlo.
A los pocos minutos, avisados por los vecinos que habían oído los gritos de socorro,
llegaron los bomberos.
Cuando les contaron lo ocurrido, no paraban de preguntarse cómo aquel niño tan
pequeño había sido capaz de romper una capa de hielo tan gruesa.
-Es imposible que con esas manos lo haya logrado, es imposible, no tiene la fuerza
suficiente ¿cómo ha podido conseguirlo? -comentaban entre ellos.
Un anciano que estaba por los alrededores, al escuchar la conversación, se acercó a los bomberos.
-Yo sí sé cómo lo hizo -dijo.
-¿Cómo? -respondieron sorprendidos.
-No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo



 Las estrellas de mar

Una mañana de invierno, un hombre que salía a pasear cada día por la playa se sorprendió al ver miles de estrellas de mar sobre la arena, prácticamente estaba cubierta toda la orilla. Se entristeció al observar el gran desastre, pues sabía que esas estrellas apenas podían vivir unos minutos fuera del agua. Resignado, comenzó a caminar con cuidado de no pisarlas, pensando en lo fugaz que es la vida, en lo rápido que puede acabar todo. 

A los pocos minutos, distinguió a lo lejos una pequeña figura que se movía velozmente entre la arena y el agua. En un principio pensó que podía tratarse de algún pequeño animal, pero al aproximarse descubrió que, en realidad, era una niña que no paraba de correr de un lado para otro: de la orilla a la arena, de la arena a la orilla. 
El hombre decidió acercarse un poco más para investigar qué ocurría: -Hola -saludó. -Hola -le respondió la niña. 
 -¿Qué haces corriendo de aquí para allá? -le preguntó con curiosidad. 
La niña se detuvo durante unos instantes, cogió aire y le miró a los ojos. -¿No lo ves? -contestó sorprendida- Estoy devolviendo las estrellas al mar para que no se mueran. 
El hombre asintió con lástima. -Sí, ya lo veo, pero no te das cuenta de que hay miles de estrellas en la arena, por muy rápido que vayas jamás podrás salvarlas a todas… tu esfuerzo no tiene sentido. 
La niña se agachó, cogió una estrella que estaba a sus pies y la lanzó con fuerza al mar. -Para esta sí que ha tenido sentido. 


El regalo

Una maestra, en el día de su cumpleaños, estaba abriendo todos los
regalos que le habían hecho cuando, de pronto, se le acercó una niña que

llevaba una pequeña flor naranja en su mano.
-Vaya -dijo la maestra sorprendida al verla- ¿dónde has encontrado esa
flor tan bonita?
-Bueno, en realidad no la he encontrado, he ido a buscarla. Esta es una
flor que solo crece en las partes más alejadas del bosque, justo a la orilla
del lago.
La profesora sabía que el lago estaba a unos seis kilómetros de distancia
de la escuela y que aquella niña habría tardado horas en conseguir la flor.
Se emocionó tanto que no pudo evitar derramar unas lágrimas.
-Muchas gracias, muchas gracias, es un detalle tan, tan bonito, pero no
debiste ir tan lejos para buscarme un regalo.
-Bueno -contestó la niña- eso también forma parte del regalo.


El cántaro roto

En una pequeña aldea situada en un desierto, vivía un hombre que cada
mañana traía agua desde un manantial ubicado a unos pocos kilómetros
de distancia.
Colocaba dos grandes cántaros a ambos lados de una gruesa barra de
madera que, a su vez, apoyaba en sus hombros. Y así, con la alegría en el
cuerpo y una sonrisa en el alma, comenzaba un camino que siempre era
el mismo.
Tardaba más o menos una hora en llegar hasta el manantial. Una vez allí,
se sentaba un rato a descansar y después llenaba los dos cántaros para
iniciar el regreso.
Aunque eran parecidos, había una diferencia importante entre ambos
recipientes. Uno cumplía a la perfección su trabajo, pues mantenía toda
su agua intacta durante el trayecto. En cambio, el otro, debido a una
pequeña herida en uno de sus costados, iba perdiendo agua durante el
regreso; tanta que, al llegar de nuevo a la aldea, había perdido la mitad
de su contenido.

Este último cántaro, conforme pasaban los días, se sentía cada vez más y
más triste, pues sabía que no estaba cumpliendo con su trabajo. Y aun así
no entendía por qué su dueño no lo arreglaba o, directamente, lo sustituía
por otro. “Quizás”, pensaba, “esté esperando el momento en que me
rompa totalmente para cambiarme por uno más nuevo”.
Llegó el día en que ya no pudo aguantar más y, aprovechando, que el
aguador lo abrazaba entre sus manos para llenarlo de agua, se dirigió a
él:
-Me siento culpable por hacerte perder tiempo y esfuerzo. Te pido que
me abandones y me cambies por otro más nuevo, pues ya ves que soy
incapaz de servirte como debiera.
-¿Qué? -contestó el aguador, extrañado-. No te entiendo, ¿por qué dices
que no me sirves?
-Acaso no te has dado cuenta de que estoy roto y voy perdiendo la mitad
del agua durante el camino de vuelta.
El aguador, conmovido, mostró una pequeña sonrisa, la abrazó junto a su
pecho y le dijo en voz baja:
-No eres mejor ni peor, simplemente eres diferente y justamente por eso te necesito.
El cántaro no entendía nada.
-Mira, vamos a hacer una cosa -le contestó el aguador-. Hoy, durante el
trayecto de vuelta quiero que te fijes bien a qué lado del camino crecen
flores.



Y aquí terminamos, colorín colorado. Espero os hayan gustado, y que os pique un poquito la curiosidad para localizar alguno más

Nos vemos pronto zalfoneros